04 enero 2007

Hacia una sola voz

PAUL WALDER

La concentración de los medios de comunicación, que es una concentración de la propiedad, los mensajes y los mercados -en este caso la audiencia y la publicidad- opera de manera vigorosa en la prensa escrita y en la televisión, y avanza sin tregua en la radiofonía.

Las radios, por años arrinconadas por la televisión, aun cuando gozan hoy de un nuevo impulso por la masificación de los sistemas digitales de audio, no disfrutan de una distribución proporcional de la inversión publicitaria. La radio crece, ha logrado situarse, incluso, como uno de los medios más confiables en cuanto fuente de información. Sin embargo, no consigue consolidarse como soporte publicitario aunque hoy emerge como un nuevo negocio en la mira de inversionistas nacionales y extranjeros. No existe área no apetecida por el ubicuo e insaciable mercado global.

El mercado radiofónico avanza en la misma dirección que otros sectores de la comunicación. Inmerso aún en un fuerte proceso de cambios, con no pocas quiebras a su espalda y los consiguientes traspasos de la propiedad, es un mercado que apunta, como tantos otros, hacia el surgimiento de unos pocos grandes grupos de control del atomizado universo radial. El éter radiofónico, que ha incluido históricamente el más amplio y diverso espectro socio-político, tiende hoy a homogenizar discursos bajo el mismo patrón que norma a los otros medios. El mercado, que todo lo estandariza, ha comenzado a poner bajo su misma mirada a la radiofonía.

Hasta hace pocos años, una de las características de la radio había sido su diversidad, lo que también era, ciertamente en menor grado, un rasgo de pluralismo, de libertad de expresión. En las cincuenta emisoras inscritas en la Asociación de Radiodifusores de Chile (Archi) -no se incluyen las radios comunitarias- que operan en la Región Metropolitana, o en las cerca de mil radios que funcionan en Chile, la tendencia es hacia los grandes o medianos operadores, cuyas frecuencias, en el caso de la FM, se replican en regiones y comunas. También está la clara tendencia a la concentración de las frecuencias: cada emisora se orienta a un segmento del mercado. Cada radio es un producto.

INGRESO DE “PRISA” Y EL REZAGO DE “EL MERCURIO”

Uno de los inversionistas extranjeros más activos en la radiofonía chilena ha sido el grupo español Prisa, que controla en España el diario El País, a las editoriales Santillana y Alfaguara y otros negocios de las comunicaciones, como la cadena radial SER y la de televisión Sogecable. En la actualidad, este grupo tiene una fuerte presencia en toda Latinoamérica. En Chile a través de su filial, el Consorcio Radial Chileno (CRC), es dueño de las radios W, 40 Principales, Bésame y Activa. Un paquete de activos que es posible que aumente si se llega a concretar la compra de las emisoras del consorcio Iberoamerican Radio, propiedad del grupo internacional Claxon (propiedad del venezolano Cisneros). Esta compra, que implicaría alrededor de 60 millones de dólares, según publicó El Mercurio a mediados de octubre, dejaría al grupo Prisa con más de diez emisoras. Se agregarían Concierto, Pudahuel, Corazón, FM2, Imagina, Rock & Pop, Futuro y FM Hit. Seis de estas emisoras están entre las diez de mayor sintonía.

La compra de estas radios por parte de Prisa, en un universo de un millar, parece un detalle. Pero si consideramos que la operación apunta hacia una cobertura nacional (a través de estaciones repetidoras en regiones), ésta le otorgaría a este consorcio, según dice El Mercurio, el 60 por ciento de la audiencia total del mercado radiofónico. Y en metálico, es como la mitad de la inversión publicitaria del sector, actualmente en torno a los 70 millones de dólares al año.

El Mercurio está preocupado por esta arremetida del inversionista español. Durante octubre le ha dedicado varias páginas para informar sobre la caída de sus utilidades o para modelar un perfil de Jesús Polanco, fundador y principal accionista de Prisa, el tercer hombre más rico de la Península Ibérica.

Prisa también tiene una gran vocación por la prensa escrita. Además de El País es propietario en España del diario económico Cinco Días y de otros periódicos especializados y regionales. Pero el mayor impacto es en el exterior, desde donde proceden gran parte de los ingresos del grupo. Durante el último tiempo, Prisa ha comprado un paquete del 15 por ciento de las acciones del prestigioso Le Monde, de Francia, como también de los diarios del sur francés Midi Libre y L’Independant. En tanto, mantiene importantes posiciones en Latinoamérica: en Bolivia publica el diario opositor La Razón y Nuevo Día, y edita revistas en México, como Rolling Stone.

Por cierto que El Mercurio ha levantado esta nueva campaña para advertir no sólo sobre la concentración en el mercado de la radiofonía, sino para evitar que el grupo hispano continúe su penetración en Chile y, eventualmente, consolide su antiguo proyecto de editar un diario en el país.

TRES GRANDES SON MULTITUD

A corto plazo el matutino también expresa su preocupación. El duopolio de la prensa escrita -El Mercurio y Copesa- también compite en el mercado radiofónico, pero con ventaja para Copesa, que tiene las radios Zero, Duna, Carolina y Beethoven, en tanto negocia la compra de Nina y Sintonía. El Mercurio, sólo con Digital FM y Positiva FM, tras el ingreso de Prisa se vería desplazado. Como bien se sabe, las frecuencias están saturadas, por lo que el ingreso o expansión en el éter está necesariamente relacionado con la compra de radioemisoras.

Tras la probable expansión de Prisa, el mercado de la radio quedaría con la siguiente estructura: Prisa, con doce radios, Copesa posiblemente con seis y El Mercurio, con dos. El resto de las emisoras de alto rating son Cooperativa (dueña de Radio Cooperativa y Universo); la familia Mosciatti, con Bío Bío y Punto Siete, la familia Molfino, con radios El Conquistador y Para Ti, Ricardo Bezanilla, con Infinita, Tiempo y Romántica, y Julián García Reyes, con Oasis y Horizonte.

Uno de los argumentos de El Mercurio para frenar la operación entre Iberoamerican Radio y Prisa apunta hacia -aunque parezca increíble- la concentración de la propiedad, ya que, dice, por la ley de “radio y televisión están obligados a informar al Tribunal de Defensa de la Libre Competencia de cualquier operación de compra o venta, debiendo ésta ser aceptada por el organismo”. Según el matutino, la fuerte concentración que surgiría tras la compra colocaría al grupo hispano no sólo en una posición monopólica u oligopólica (sic), lo que está en contra de la libre competencia, sino que también vulneraría -afirma- ciertos convenios internacionales de inversiones en comunicación.

En cualquier caso, ambos argumentos son bastante sesgados. Respecto a la posición oligopólica, no es mayor a la que ocurre en prácticamente todos los sectores de punta de la economía, y tampoco es mayor a la posición que El Mercurio tiene en el mercado de la prensa escrita. Lo de los convenios internacionales también merece argumentaciones, en cuanto las comunicaciones, como servicio, están en la agenda mundial de comercio. Así como grupos extranjeros son o han sido propietarios de canales de televisión, de radios -Iberoamerican también es un consorcio extranjero- o de prensa escrita, como Publimetro, no existe ninguna normativa que pueda alterar este tipo de inversiones. Si Chile ha apostado por la apertura comercial, tan elogiada por el mismo El Mercurio, no tendría que haber excepción con las comunicaciones.

PRISA Y COMPAÑIA ILIMITADA

El grupo Prisa está en Chile para hacer negocios, tal como lo hacen en otras áreas de la economía otros inversionistas españoles. Al observar los resultados del desempeño internacional del grupo Prisa, Chile ha sido una muy buena plaza para el negocio editorial con Santillana, que ha aumentado un 48 por ciento entre enero y septiembre de 2006. Algo similar ocurre con el negocio radiofónico internacional, cuyos ingresos por publicidad crecieron casi 23 por ciento durante ese período.

Aun cuando no son públicos los resultados del Consorcio Radial Chileno, fuentes del sector afirman que son similares a los resultados de las radios internacionales del grupo Prisa: hay un claro diseño del negocio a escala internacional, que está ligado con las multinacionales españolas presentes en toda la región. A ningún observador cercano al medio le pasa inadvertido el hecho que las empresas españolas son buenos avisadores del consorcio radiofónico.

Para el año en curso, según las proyecciones de la Asociación Nacional de Avisadores (Anda), la inversión publicitaria global aumentará un seis por ciento. Del total invertido, a la radio sólo le llegará poco más del ocho por ciento, monto que se repartiría principalmente entre dos o tres grandes grupos.

La tendencia a la concentración de la propiedad, de la publicidad y de las audiencias en todos los medios de comunicación es más o menos similar a lo que ocurre en otros sectores desregulados de la economía. Pero en las comunicaciones de masas ocurre algo adicional, que es la concentración y contaminación de los mensajes. Esta distorsión requiere trazar un esquema básico de la concentración en la prensa escrita y la televisión. Como ya es sabido, la prensa escrita en Chile está segmentada en partes más o menos iguales entre El Mercurio y Copesa. Entre los distintos diarios de ambos consorcios suman el 99 por ciento del mercado de circulación o audiencia, lo que deja un uno por ciento para La Nación.

Es de interés observar lo que sucede con el mercado de la publicidad en la prensa escrita (aproximadamente un 30 por ciento del total de la inversión publicitaria nacional), la que teóricamente también debiera repartirse en partes más o menos iguales. La realidad nos muestra una clara distorsión. El Mercurio, un solo diario, concentra el 51 por ciento de la inversión publicitaria en prensa escrita. Le sigue bastante más lejos La Tercera, con apenas el 15 por ciento. Es probable que El Mercurio tenga mejor nivel de lectura, que su público esté mejor acotado, que cumpla con otras condiciones exigidas por los avisadores, pero nada logra explicar esta enorme diferencia. Habría, por tanto, un sesgo ideológico de la publicidad empresarial.

Este sesgo también se expresa en la publicidad en televisión. La TV concentra el 57 por ciento de la inversión total en publicidad. Por estaciones, según datos del año pasado, la inversión estuvo canalizada principalmente hacia Canal 13 y Mega, con 32 y 28 por ciento respectivamente, seguida por Televisión Nacional, con aproximadamente 22 por ciento. Esta proporción del mercado publicitario, según la racionalidad económica, debiera ser una expresión del mercado de las audiencias. ¡Pero volvemos a ver una evidente distorsión! Es TVN la estación que encabeza el ranking de audiencia, con un promedio de casi trece puntos, seguida por canal 13, con poco más de doce y por Mega, con poco más de siete puntos. Y si hablamos del segmento más apetecido por los avisadores y publicistas, el ABC1, éste también sintoniza con más frecuencia TVN.
Pero el rasgo más escandaloso de la inversión publicitaria surge desde el Estado. Aproximadamente un 70 por ciento de esa inversión ha sido canalizada hacia El Mercurio. El sector público, lejos de intentar ordenar y equilibrar este mercado, lo que hace es ayudar a su distorsión.

Hay una evidente distorsión de la inversión publicitaria, que tiene una motivación de tipo ideológica, como afirman los académicos Osvaldo Corrales y Juan Sandoval en su estudio Concentración del mercado de los medios, pluralismo y libertad de expresión, publicado por el Instituto de la Comunicación y la Imagen de la Universidad de Chile. El comportamiento de la prensa y su relación con la gran empresa, que es el principal avisador en los medios de comunicación, va incluso más lejos que la tradicional noción de oligopolio, que “no resulta suficiente para comprender la forma en que se ha estructurado el mercado de la prensa en Chile”, dicen los autores. Habría que incorporar un nuevo concepto, dicen, el de “monopolio ideológico”.

MUERTE DEL PLURALISMO

El monopolio ideológico que plantean los autores es otra forma de referirse al pensamiento único, que es la simbiosis entre neoliberalismo económico y conservadurismo cultural. Los empresarios, apoyados por la industria de la publicidad, utilizan la inversión publicitaria como una herramienta para fortalecer los medios y los discursos que les son más cercanos, aquellos que refuerzan el marco para favorecer sus negocios.

Es necesario tener en cuenta estas condiciones del mercado de los medios de comunicación en Chile para integrar al sector radiofónico a la pugna entre El Mercurio y el grupo Prisa de España. Quien se hace de este sector, además de controlar gran parte del mercado radial, controla los mensajes. Una buena posición de los hispanos (y el 60 por ciento del mercado radiofónico no está mal), sumada al apoyo publicitario que le otorgan las multinacionales españolas, sirve como máquina de refuerzo diario del discurso económico empresarial globalizado.

La baja presencia del sector radiofónico en el mercado total de la publicidad ha llevado a los grupos dueños de las emisoras a efectuar una “reingeniería” de los costos del sector, que ha partido por desmantelar los departamentos de prensa. La radio, que históricamente había sido el medio de la instantaneidad, de la credibilidad informativa, ha pasado a ser de entretención. Hoy son muy pocas las emisoras que mantienen departamentos de prensa. En Santiago, tras el fracaso del proyecto noticioso de Radio Chilena, que ha pasado a manos de la Universidad Católica como la radio musical Play, sólo persisten en esta estrategia en la frecuencia FM las radios Bío Bío, Cooperativa, Agricultura, Universidad de Chile y, en menor medida, Radio W, esta última del grupo Prisa.

El desmantelamiento de los departamentos de prensa es un hecho que tiene serias consecuencias para la libertad de expresión. La radio, al carecer de áreas informativas, cambia su formato y tiende hacia una estandarización generada por la demanda: radios para un público ABC1, para jóvenes, para adultos, para el segmento medio, etc. Pero es también un producto que tiende hacia el espectáculo periodístico instalado por la televisión, tal como sucede en cierta prensa escrita. La incorporación de periodistas y figuras de la televisión en los espacios radiofónicos busca no sólo atraer al público de la TV, sino también nivelar los medios.
El resultado es una simbiosis muy poco generosa con la radio, la que finalmente pasa a ser un apéndice de la televisión.


(Publicado en revista “Punto Final” Nº 627, 3 de noviembre, 2006)

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