12 abril 2006

Seamos locos

Sergio Marelli

Si bien en los últimos años ha habido movimientos en el mercado de los medios electrónicos en Argentina, empresas y personas que tuvieron una marcada preponderancia en el pasado, conservan una decisiva participación en este sector, aun después de desprenderse de gran parte de sus activos. Eso significa que mantienen influencia y poder que no necesariamente coincide con su porcentaje accionario. Siendo ello así, es entendible que el espíritu que anima a la televisión argentina -tantas veces cuestionado en estas columnas- sobreviva invicto a los sucesivos gobiernos.

Siempre es saludable la fragmentación y la competencia de la propiedad en un mercado transparente y debidamente regulado; entre otras cosas, porque es condición para el surgimiento de una variada oferta de contenidos. Para lograr tal objetivo, es necesario avanzar en mecanismos de distribución y desconcentración de la propiedad basada en un mercado de valores y un proceso de toma de decisiones descentralizado en el que actúe una proporción cada vez mayor de la ciudadanía.

Libertad de prensa y de empresa

A la hora de legislar sobre telecomunicaciones y radiodifusión, es necesario tener presente dos valores: la libertad de expresión, pero también el derecho al acceso a la información y a su difusión.

Una posición democrática debiera inclinarse por un criterio de equidad que sume actores, derechos y posibilidades. Muchas y variadas voces evitan la homogeneización y la uniformidad propia de regímenes despóticos. La necesidad de que proliferen numerosas voces para no sucumbir a los dictados de una voz única es una idea que atraviesa el pensamiento del liberalismo político.

John Stuart Mill, en Sobre la libertad, dice "... las mismas razones que demuestran que la opinión debe ser libre, prueban también que debe serle permitido poner en práctica sus opiniones por su cuenta y riesgo. Que los hombres no son infalibles; que la unanimidad de opinión no es deseable, a menos que resulte de la más completa y libre comparación de opiniones opuestas y que la diversidad no es un mal, sino un bien...".

En los escritos de El federalista, James Madison también sostiene que "el mejor resguardo para una sociedad que quiere ser libre es multiplicar sus voces y desalentar todo silenciamiento que conduzca a la opresión". Más adelante, agrega: "Ampliad la esfera de acción y admitiréis una mayor variedad de partidos e intereses; haréis menos probable que una mayoría del total tenga motivo para usurpar los derechos de los demás ciudadanos...".

Concentracion versus libertad

En Argentina -y la mayor parte de Latinoamérica-, la libertad de prensa agoniza bajo el abrumador peso de las grandes estructuras oligopólicas que manejan los principales medios.

La tiranía del mensaje unilateral, del monólogo barnizado de "democrático", encuentra su base de sustentación en la concentración de poder en una minoría y no en el gran número. Contra ese estado de cosas, sólo hay un antídoto: no poner trabas sino fomentar el ingreso de nuevos actores en las actividades de la radiodifusión. Permitir que se escuchen aquellas voces que padecen un silenciamiento inmemorial. No me refiero solamente a los grupos aborígenes, a los pueblos originarios; sino también aquellas temáticas que han sido vedadas: espacios para difusión de músicas alternativas; sitios donde se puedan confrontar las distintas posiciones políticas; programas infantiles donde no se trate a los niños como a minusválidos mentales; etcétera. Son algunos ejemplos, deseos de un televidente hastiado que sabe, como dice Galeano, que "la culpa del crimen nunca es del cuchillo", y que la televisión es una posibilidad de creatividad infinita, malgastada por propietarios que la administran con mentalidad de tenderos.

Los otros. Los necesarios

¿Quiénes podrían ser los hacedores de esa televisión alternativa? Por supuesto, no hay una fórmula válida para todo tiempo y lugar. Pero, seguramente, no sería descaminado orientarse hacia universidades, personas jurídicas, cooperativas, entidades que reconocidamente estimulen el talento y la creatividad en todas las áreas. Ninguno de los mencionados en esa lista puede ser prestador del servicio público de telecomunicaciones y radiodifusión en Argentina, en virtud de un decreto ley que rige en la materia, promulgado bajo la última dictadura militar, y que ningún gobierno democrático posterior tuvo el coraje ni la honestidad de derogar.

¿Por qué ese decreto ley se ha mantenido imperturbable a lo largo de los años? ¿Cómo en un país que se pretende regir bajo las normas de un capitalismo serio, no se admite que nuevos actores se integren a un mercado de radiodifusión en competencia? ¿A quién beneficia que no exista "libre iniciativa", que no se abra el juego a quienes están dispuestos a ofrecer un servicio acorde con la ley, con un fin y un costo en favor de los ciudadanos? ¿Qué ocurriría si el Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) -autoridad de aplicación de esa normativa espuria-, rompiera un área de mercado oligopolizado y diera entrada a nuevos actores?

El artículo 45 del decreto ley que aquí se comenta es claramente inconstitucional, pues establece prohibiciones e impide la libertad de expresión, allí donde la Constitución da derechos. Sobre este punto, la justicia argentina, en todas sus instancias -desde la Corte Suprema hasta los tribunales inferiores-, ya se han pronunciado en multitud de oportunidades, sentando precedentes que debieran ser tomados en consideración a la hora de legislar.

En el Congreso Nacional, en el último intento de modificación del oprobioso decreto ley de radiodifusión vigente, debatido durante 2004, de la discusión en las comisiones surgió una diferencia de criterio en el caso del acceso a la licencia por parte de aquellas personas jurídicas sin fines de lucro que sean a la vez prestadoras de servicios públicos.

Se consideraron la jurisprudencia de la Corte Suprema y de otros estamentos judiciales, y valores políticos que pusieron de relieve la legitimada -y hasta conveniencia-, de que dichas personas puedan ejercer su derecho a ser, también, radiodifusoras, en pro de una sociedad verdaderamente democrática. Esta apertura del juego a nuevos actores, iría equilibrada con el cumplimiento estricto de requisitos de idoneidad moral e intelectual, y un conjunto de recaudos que dotarían de solvencia y razonabilidad a esta opción.

Sin embargo, las presiones de los grandes medios trabaron toda revisión legislativa crítica, y difirieron sine die las necesarias discusiones.

Cuando los mansos se cansan

La Cooperativa de Servicios Públicos de Villa Santa Rosa de Río Primero, de la provincia de Córdoba, interpuso, a fines de 2003, un amparo en contra de la resolución 1.172 del Comfer.

Esta resolución suspendía, nuevamente, la entrega de pliegos para acceder a los servicios complementarios de TV por cable. Se sostuvo que la cooperativa había logrado que la Corte Suprema de Justicia de la Nación declarara la inconstitucionalidad del actual artículo 45 de la ley 22.285, que impide a las entidades no comerciales que accedan a la radiodifusión, y la había habilitado a ser titular plena de una licencia.

Entre muchos y abundantes razonamientos, se manifestó que era inconstitucional que, luego de tal reconocimiento y sin ninguna razón atendible, el Comfer volviera a suspender el acceso a servicios de radiodifusión de adjudicación directa, como es el servicio complementario de la televisión por cable, que tenía derecho a prestar la cooperativa.

El 14 de septiembre de 2004, la sala "A" de la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba dio la razón a los planteamientos cooperativos y declaró la inconstitucionalidad de todas las resoluciones impugnadas. Y sostuvo que en el caso de autos "se ha podido comprobar que las distintas resoluciones administrativas dictadas por el Comfer han enervado durante estos últimos cuatro años la posibilidad de acceso a la prestación de los servicios de radiodifusión complementaria. La suspensión de venta de los pliegos respectivos -algo en esencia transitorio- se ha vuelto una metodología permanente. No se puede afirmar que tal proceder obedece al propósito de mantener una reserva de mercado a favor de los grandes operadores de la televisión por cable del país. Ello no surge de autos. Sin embargo, en los hechos, provoca ese resultado".

En otras palabras, de mantenerse incólume la redacción del ominoso artículo 45 del decreto ley de radiodifusión, habrá una creciente judicialización de una norma que consagra un privilegio inadmisible en tiempos democráticos, una arbitrariedad socialmente ofensiva que debería derogarse, sin más dilaciones, por una ley del Congreso.

¿El televidente es usuario o cliente?

La pregunta no es ociosa. Pues de considerarse al televidente en uno u otro sentido, es radicalmente diferente el tratamiento que se le confiere y las situaciones que se derivan.

Si se trata de un usuario, es alguien a quien hay que seducir con propuestas y contenidos. La competencia toma entonces el impulso de la creatividad y la imaginación que se bifurcan en infinitos senderos.

Pero si el televidente es tratado como cliente, la competencia se canibaliza, y el resultado de su hostilidad no puede ser otro que la destrucción de la televisión en cuanto posibilidad de potencial riqueza de ofertas para fortalecer creativamente la imaginación y la conciencia cívica de los televidentes.

Si el televidente es respetado en su condición de ser reflexivo, la televisión está obligada a recurrir al arte en el más amplio sentido de la palabra. Rubén Darío señaló que, "Solamente merece la indiferencia y el olvido aquel que, premeditadamente, se propone escribir, para el instante, palabras sin lastre e ideas sin sangre". Esta manera de apostrofar a los periodistas gráficos, también sería extensiva a aquellos que hacen televisión privilegiando el flash por sobre la secuencia, a la muletilla en desmedro a la expresión genuina y eligiendo al cliché antes que a la idea.

El poeta y periodista nicaragüense, ahondando en la cuestión, refería: "Hay editoriales políticos escritos por hombres de reflexión y de vuelo, que son verdaderos capítulos de libros fundamentales... Hay crónicas, descripciones de fiesta o ceremoniales escritas por reporters que son artistas, las cuales, aisladamente, tendrían cabida en obras antológicas...". Haga el lector un esfuerzo de memoria, y diga si hubo algún análisis político efectuado ante cámaras, o alguna entrevista de carácter cultural, que merezca ser rescatada del séptimo subsuelo del olvido. Eso no se debe a una incapacidad de la TV a generar análisis o producciones culturales perdurables, sino que estas potencialidades no son consideradas rentables por los mercaderes mediáticos.

Las otras voces

A fuerza de no escucharlas parece que no existieran. El objetivo de la televisión es convencernos que sólo existe lo que en ella aparece. Pero hay otras voces, y no por casualidad son las que realmente tienen algo para decir. Obviamente, mientras los grandes medios estén oligopolizados y controlados por el capital financiero internacional y sus aliados locales, será improbable escuchar voces como la de Ernesto Sábato, Eduardo Galeano, Rigoberta Menchú, Carlos Monsiváis, Adolfo Pérez Esquivel o Mario Benedetti. Pero es obligación nuestra -los televidentes-, manifestar nuestro reclamo, nuestra necesidad de que las palabras de esos hombres tengan la mayor resonancia posible.

¿Qué ocurre con las voces disonantes, con las miradas alternativas? Hay un ejemplo interesante al respecto. Noam Chomsky es un lingüista y politólogo estadounidense, de autoridad mundial. Hace unos años el New York Times le compró los derechos exclusivos para reproducir sus artículos en el mundo a cambio de una suma que Chomsky dona regularmente a cuantas buenas causas se libran en el planeta. ¿Y qué hace el New York Times con los trabajos de Chomsky, qué hace, por ejemplo, con las notas de cómo la política de EU hacia Israel fomentó el brote del fascismo en ese Estado? No las publica, impide que la voz del intelectual sea escuchada dentro de EU.

Es un imperativo insoslayable que los ciudadanos tengan acceso a información de diferente tipo, y a diferentes interpretaciones de los hechos. El periodismo no es sólo crónica, es interpretación. Y en las democracias latinoamericanas, la interpretación es cada vez más monocorde, y no favorece mucho los intereses de la ciudadanía.

No hay verdadera democracia en tanto no se democratice el contenido de los grandes medios, el acceso a la información, y se rompa la camisa de fuerza que inmoviliza debates imprescindibles.

Una señal de alarma

Iliana Alamilla -presidenta de la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG) y directora del Centro de Reportes Informativos sobre Guatemala-, en el segundo Congreso Mundial de Periodismo y Comunicación, celebrado en Buenos Aires a fines de 2005, disertó acerca de los movimientos sociales y los medios que necesitan para reproducir su información, frente a las grandes corporaciones. "Las llamadas sociedades democráticas contemplan aspectos relativos a la comunicación. El derecho a la información es de dos vías, de acceder a la misma o sea de ser informado, pero también de informar de sí mismo. Con esta visión se contribuye a hacer efectivo el derecho a participar en la comunicación pública, lo que en definitiva se puede traducir en las posibilidades de participación".

Sin participación ciudadana la democracia no pasa de ser una inmensa osamenta institucional estática, pero la participación es imposible sin una ciudadanía medianamente informada en los problemas sociales. Dice Alamilla: "No puede haber prensa libre ni democracia verdadera sin lectores, oyentes y televidentes bien informados. Los ciudadanos responsables y bien informados son el mejor escudo de la democracia". Pero hay muchos y muy poderosos intereses que lo impiden. "La concentración de la propiedad de los medios se convierte en un obstáculo para el ejercicio libre y equilibrado del derecho de informar y ser informado".

Las necesidades del mercado y el mercado de necesidades

Todo lo dicho no significa negar la posibilidad de que en el basural televisivo pueda amanecer, en todo su esplendor, alguna joya: una producción hecha con rigor artístico, algún programa rebosante de ideas y buen gusto, un concierto milagrosamente filtrado entre tanta sordera entronizada, y muy escasos ejemplos más -que, por escasos, es excesivo englobar en un etcétera-. Pero son excepciones. Una maquinaria con potencialidades únicas para explotar todas las virtudes de la inteligencia y creatividad, está al servicio del vicio más pedestre e imperdonable. "El vicio supremo es la superficialidad", escribió Oscar Wilde. Si la televisión actual puede ser considerada "suprema" en algún sentido, lo es como tributaria de esa superficialidad.

La televisión se ha convertido en la continuación del shopping por otros medios. No hay batalla de ideas. Al pensamiento alternativo no se le considera su estatus de contendiente. Hay, solamente, una declaración de guerra al pensamiento. Se asedia a muerte a la inteligencia en sus tres modalidades de comprensión, creación y crítica. "Vender" -productos o frases hechas-, en televisión, es todo lo contrario a pensar; porque se trata a una inducción ciega al consumo. Ryszard Kapuscinski ha constatado: "los medios de comunicación son un juguete en las manos de los ricos y los ricos los usan para enriquecerse aún más".

Última pregunta

¿Qué ocurriría si los medios masivos fueran verdaderamente democráticos, si se escucharan las otras voces, si se dejara de apretar el freno de los prejuicios y no se encerrara a la imaginación en las catacumbas para que purgue su condena por subversiva? Sé que esta pregunta es ingenua. Y formularla en todos los foros posibles, ya es cuestión de locura. Pero de eso se trata, de recordar lo que dijo Santa Teresa: "Seamos todos locos". Pues uno de los medios más altos que pudo concebir el ingenio y la técnica humanos, se ha convertido en un coto de caza donde reina el becerro de oro, empujándonos a bailar el obsceno danzón de las "modas" y "contramodas", para que nada cambie de sitio en el orden de un mundo inmundo.

Docente de la Universidad Nacional de La Plata en la cátedra de Filosofía del Derecho. sergiomarelli@uolsinectics.com.ar

http://www.etcetera.com.mx/pag54ne66.asp