01 septiembre 2006

Radios comunitarias, entre la ley y la justicia

Amílcar Morales

Enclavada en el Barrio de las Tenerías, la Radio Comunitaria Totonicapán transmite hoy casi clandestinamente en el occidente de Guatemala, a pesar del importante papel que juega en la defensa del medio ambiente y los recursos naturales.

La emisora está ubicada en uno de los 48 cantones que forman la cabecera departamental de Totonicapán, de donde tomó su nombre, y dentro de sus objetivos está fomentar la educación de la comunidad para proteger el entorno.

La tarea es de primordial importancia en uno de los pocos lugares del país donde las fuentes de agua y buena parte de los espesos bosques de pinos que rodean la ciudad son de propiedad social y están bajo la administración de consejos populares.

Dentro de la programación de la radio hay espacios para formar a los niños en una cultura de amor y respeto a los recursos naturales siguiendo los principios de la cosmovisión maya, según la cual el hombre es sólo un invitado en un mundo con vida propia.

Los resultados de esta manera de relacionarse con el entorno se aprecian en esta antigua urbe, desde donde para cualquier lugar a que se dirija la vista siempre se hallará el intenso verde del follaje.

Totonicapán atesora también un recurso que será estratégico no sólo para el país, sino para todo el mundo en un futuro no muy lejano, el agua, de la cual aquí hay abundantes y preciosos manantiales.

Para el colectivo de esta radio mantener toda esta riqueza a disposición de la población en igualdad de condiciones, es garantizar el futuro de toda la nación, dijo a Prensa Latina su director, Pedro Hernández.

No obstante el altruismo de su labor, Hernández narra cómo han tenido que cerrar su programación durante largos períodos para evitar la acción de las autoridades, quienes les califican como radios piratas e ilegales.

Y es que en Guatemala sólo obtienen licencia para transmitir quienes pueden pagar cifras muy elevadas a cambio de una frecuencia, cuya asignación se realiza por el irracional método de la subasta pública.

Una situación similar enfrentan los jóvenes que desde hace casi una década mantienen en el aire a la radio Doble Vía, en el vecino departamento de Quetzaltenango.

Muchos de ellos fueron miembros de pandillas juveniles y maras pero hallaron en la radio una forma de canalizar sus energías y contribuir a que otros adolescentes salgan de la marginalidad.

Más de 30 niños, adolescentes y jóvenes forman el colectivo de La Doble Vía, cuya programación constituye un mensaje de esperanza para sus semejantes, a quienes esta sociedad niega oportunidades y perspectivas.

Simón Ramírez, su director, nos explica los constantes cambios de sede para sus instalaciones y cómo han llegado hasta a esconder su transmisor y cesar actividades, como ocurre en estos días, para impedir su confiscación por trabajar de manera ilegal.

El gobierno actúa contra las radios comunitarias acusándolas de hurto, por utilizar sin autorización el espacio radioeléctrico, y paradójicamente la entidad encargada de perseguirlas es la Fiscalía de Delitos contra Periodistas.

Aunque los acuerdos de paz establecen la obligación del Estado de otorgar frecuencias a las comunidades para la defensa y promoción de su cultura, hasta ahora ha tenido más fuerza la Cámara de Radiodifusión, que agrupa a los empresarios privados del sector.

Lo más que se ha conseguido es instalar una mesa de concertación presidida por la Comisión Presidencial para los Derechos Humanos, la cual actúa como mediadora entre el Consejo Guatemalteco de Comunicación Comunitaria y los miembros del sector privado.

La mesa se ha reunido un par de veces en dos años sin lograr mayores avances, a pesar de que algunos organismos internacionales recomendaron reiteradamente al gobierno resolver la situación de la manera más equitativa y rápida posible.

Mientras tanto en el Congreso duerme una iniciativa para reformar la Ley de Radiodifusión, cuyas modificaciones darían amparo a unas 500 radios que paso a paso se fueron constituyendo en parte indispensable del tejido social en sus comunidades.

En espera de una solución, La Doble Vía sigue encendiendo sus transmisores por cortos períodos para no perder su audiencia y mantener su mensaje de aliento a los jóvenes sobre un futuro diferente a la exclusión que sufren ahora.

Las montañas y los manantiales seguirán siendo defendidos por la Radio Comunitaria Totonicapán, aunque deba cambiar su sede periódicamente para salvaguardar sus equipos y la libertad de sus dirigentes.

Son pequeñas y utilizan equipos de muy baja potencia, pero sus ideales son enormes, tan grandes como sus esperanzas de que un día en este país coincidan las leyes con la justicia y puedan operar por fin con total libertad.

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Amílcar Morales es colaborador de Prensa Latina.


http://www.rebelion.org/noticia.php?id=36776